Marilú
Existía en ese momento como un mero concepto de mi propia
realidad, ubicada en un vacío de perpetua incertidumbre. Era una niña de ocho
años en una estación de autobús; con mi cabello rojo como las manzanas y mis
ojos verdes azulados. Rojo porque era el color del vestido que madre usaba
cuando conoció a mi padre, y verdes azulados igual al lago de aguas
cristalinas, donde padre hizo sus votos de matrimonio en un romántico paseo a
bote. Fijando mi vista hacia el frente, parecía imitar a la perfección el
estado de un cuerpo sin alma. Esa no era mi intención, desde luego. En aquel
instante suponía que mi espíritu se había escabullido de su prisión, dejando
atrás un cascaron vacío. De un momento a otro mi mente viajó a un bello prado,
oculto en algún rincón de mi imaginación, de un hermoso color verde que me
hacía perder entre ensueños. Ese tipo de lugares sólo podían existir dentro de
una cabeza soñadora, pero me conformaría con tener un lindo recuerdo de este
viaje. Era yo sentada en una fila de asientos, tratando de fundir mis
pensamientos con el mundo real, y transformarlo en un lugar más amigable para
gente como yo; un sitio donde por fin brillaría.
Fue cuando lo vi, era un sombrero, el cual me pareció
realmente encantador, completamente salido de los locos años veinte; con el
estilo de las mujeres de esa época. Lo había abandonado una señora de la
tercera edad, quien se alejó de la escena a toda prisa. El sombrero se
encontraba en medio de una hilera de asientos frente a mí, me levante, y rápida
como el viento fui a recogerlo, tenía la intención de devolverlo por supuesto,
pero la desconocida desapareció igual que una brisa fresca en el verano. En ese
momento quise ponérmelo, sólo por mera curiosidad. Al acomodarlo en mi cabeza
sentí la necesidad de buscar un espejo, tenía que ver cómo lucía. Sin embargo
en ese tiempo yo era una niña obediente, o al menos trataba de serlo, y si
padre decía “quédate sentada”, sentada permanecía, como una muñeca esperando a
que la mangoneen.
Cuando padre me vio, dejó en evidencia lo anticuado que era
el sombrero: como si sus gustos no lo fueran también. Se llevó una pequeña
sorpresa al no saber de dónde saqué dicho sombrero, yo intente explicárselo
pero a padre no le interesaba, ya era hora de irnos y se nos hacía tarde para
tomar el siguiente bus; regresaríamos a casa esa misma tarde. Al concluir todo
ese ajetreo descubrí que el sombrero se me veía muy bien; padre me lo hizo
notar. Desde luego eso significo mucho viniendo de él, ya que madre también
habría estado de acuerdo. Si la muerte no me la hubiera arrebatado, así sería,
estaba segura.
Al final me quede con el sombrero, de cierto modo me hacía
sentir bien conmigo misma. Desde ese momento desarrolle un gusto increíble por
todo tipo de sombreros, pero sin duda los cloché eran de mis favoritos. De
hecho sentía la necesidad de ponerme todo tipo de sombreros hechos al estilo de
los años veinte; adquiriendo también un gusto por coleccionarlos. A decir
verdad desarrolle una fascinación por esa época, no solo por la ropa, también
la música, el arte y las fantásticas historias que se contaban con el paso del
tiempo; una de mis favoritas sin duda era la desventurada vida de Bonnie y
Clyde, los trágicos amantes.
Yo admiraba a Bonnie. De cierta manera era un modelo a
seguir para mí; tan valiente como a veces me gustaría ser, tan decidida como
intento ser, no le importaba lo que los demás pensaran de ella: bueno, si pasas
el resto de tu vida como una criminal siguiendo tus propios instintos, poco te
importa la opinión de las demás personas. Con el tiempo aprendí a seguir mi
propio camino, y jamás negar quien soy en realidad; eso era parte de mi estilo
de vida. Bonnie por supuesto tenía a Clyde, ambos eran un complemento del otro,
como un equilibrio, el cual jamás se rompió, incluso después de su muerte. Yo
me preguntaba si algún día tendría un equilibrio igual.
El resto de personas dirían que Bonnie y Clyde vivieron una
mentira hasta el último de sus días, pero realmente ellos vivieron una verdad
en un mundo de mentiras hasta el último de sus días, es como lo pienso. Muchos
no estarían de acuerdo conmigo. Para ser honesta jamás nadie está de acuerdo
conmigo, pero igual que una Bonnie incomprendida y atrapada en otra época,
nunca deje de ser yo, nunca me doblegue, seguía mi instinto sin importar nada y
aprendí a sobrevivir.
El tiempo siguió su curso cual corriente en un rio eterno.
Yo crecí junto con mis amigos, quienes me hacían sentir normal, pero después de
un tiempo comenzaron a buscar otros intereses; yo no estaba incluida en sus
planes. Poco a poco me di cuenta de lo atrasada que me quedé en el camino, era
incapaz de poder embonar en ningún sitio. Sin saberlo me convertí en una
extraña rodeada de personas sin identidad, habitantes de su propio mundo
construido a base del pensamiento común y totalmente ajeno a mi comprensión. El
pasar del tiempo también me enseñó una valiosa lección; un modo de pensar
diferente tiene sus consecuencias, pues atrae a los abusivos como abejas a las
flores.
En ese tiempo Alejandra era una chica realmente aterradora,
se metía tanto con hombres como con mujeres, no le importaba quien se cruzara
en su camino, con tal de tener algo que golpear, y yo estaba en su lista de
personas a quien odiar; me dio el privilegiado primer lugar. Todo comenzó el
día que tuve la brillante pero necesaria idea de convertirme en la defensora de
Tomás; un chico tímido y de aspecto flacucho. Los tímidos eran las víctimas
favoritas de Alejandra, pero Tomás era su víctima predilecta, lo hostigaba sin
motivo aparente, haciéndolo pasar malos ratos. Recuerdo que al pobre casi lo
hace llorar una vez, fue cuando Alejandra rompió su reloj nuevo; de esos con
una calculadora integrada. Alejandra casi nunca sufría las consecuencias de sus
actos, pues Tomás además de ser tímido no le gustaba meterse en más problemas,
así que jamás le conto a nadie sobre su situación. Un día me cansé y decidí
hacer algo al respecto.
Era justo a la hora del descanso cuando me decidí. Como de
costumbre me encontré a Tomás siendo molestado por Alejandra, ella estaba
comportándose de manera odiosa con el pobre, en ese momento me armé de valor y
casi instintivamente me interpuse entre ambos. Para mi sorpresa, Alejandra dejó
en paz a Tomás, pero eso tuvo como consecuencia haberme convertido en una
especie de chivo expiatorio; mi vida había sido marcada sin darme cuenta.
Alejandra comenzó a ensañarse conmigo, buscando excusas nuevas para
fastidiarme. Yo ni siquiera podía contar con la ayuda de ningún profesor, pues
para sus ojos yo también era una chica problemática. Siendo honesta Alejandra
jamás necesitó una razón para odiarme, simplemente lo hacía. Su mirada me lo
decía todo, ella encontraba en mi algo que no podía perdonarme. Incluso en las
horas libres yo comía sola, pues Alejandra no debía encontrarme bajo ningún
motivo, y jamás lo hacía, yo era muy buena ocultándome.
Al crecer todo empeoró, el abuso físico pasó a convertirse
en verbal, ese era el peor. Subir de grado académico significo sufrir peores
maltratos por parte de mis nuevos compañeros. Recuerdo que en aquella ocasión
el maestro, como primera actividad de la clase, nos encargó una dinámica
especial. Todos tendríamos la oportunidad de pasar frente al pizarrón para
presentarnos ante nuestros nuevos compañeros; decir nuestros nombres, gustos y
ese tipo de cosas. En ese momento me pareció una buena idea presentarme como
soy realmente, no me escondería ni negaría quien soy, esta vez lo haría bien y
tendrían que aceptarme, para bien o para mal. En un principio me costó algo de
trabajo hablar frente a todos mis nuevos compañeros, pero me sentí más cómoda
al compartir mis intereses y contarles un poco sobre mis talentos; incluso
compartí algunos de mis dibujos. Al terminar mi presentación pensé haber
causado una buena impresión y tal vez haberme ganado unos cuantos amigos, pero
por supuesto estaba totalmente equivocada. El único impresionado parecía ser el
maestro, supongo que es su trabajo motivar a sus nuevos alumnos. Pero justo
antes de sentarme la mirada de una de mis nuevas compañeras tenía una malicia
que jamás había visto en alguien más. La expresión en su rostro con esa sonrisa
odiosa y esa forma de mirarme me lo dejaron muy en claro, traducido a mi idioma
fue un “te ganaste mi desprecio solo por ser tú.”
En el pasado Alejandra sólo logro hacerme llorar una vez,
recuerdo que en esa ocasión casi consiguió meter mi cabeza dentro del inodoro
del baño de las chicas. Esa idea la obtuvo al copiarlo de aquel programa de
televisión para adolescentes, todos lo veían y ese episodio fue el más gracioso
según la opinión popular; yo no lo encontré tan divertido. Pero incluso eso no
se comparó a las veces que lograron hacerme llorar ese grupo de chicas
petulantes; mis nuevas compañeras. Ellas me pusieron el degradante apodo de “el
niño”, posiblemente inspirado en mí forma de vestir y mi cabello cortó al
estilo de las chicas de los años veinte. Bueno yo estaba consiente que no era
la viva imagen de la feminidad, no me importaba, pero no era razón para haberme
ganado todo tipo de comentarios hirientes. Cada día de clases era un tormento,
soportando toda clase de abuso verbal, haciéndome ver en ocasiones como una
chica con alguna clase de problema mental.
Aún recuerdo el proyecto escolar en tercer grado, era acerca
de la elaboración de un mural, cada alumno de mi salón tenía un tema libre a
escoger para su propio mural y los mejores serian exhibidos. A pesar de tener
libertad creativa nuestro mural debía reflejar algún tipo de valor o ayudar a la automotivación; realmente
no me sentía muy motivada en ese momento pero aun así lo intentaría. Para luchar
contra la tristeza que me acogía en esa etapa de mi vida, elegí como tema la
depresión y cómo ayudar a combatirla, después de todo yo no podría ser la única
acongojada por esa situación. Tardé una semana esforzándome en mi trabajo,
utilizando mis dotes artísticos que tanto fascinaban a los maestros. Pero todo
eso término en total desgracia; fue por la culpa de ese grupo de chicas
desagradables. No solo hicieron a un lado mi trabajo como si no fuera nada, mi
mural también fue blanco de vandalismo, invadido por mensajes de mal gusto.
Gracias a eso se inició un cruel rumor acerca de mí, pronto todo el mundo
comenzó a creer que yo usaba antidepresivos porque mi familia no me permitía
tener relaciones amorosas con otras mujeres; nadie sabía que en realidad tenía
un padre, y a pesar de todo era el mejor padre del mundo.
Cuando por fin pude alejarme de esa nube oscura, me
arrepentí de nunca haberme vengado de aquellas chicas, debí ser más valiente,
no dejarme doblegar de esa manera, pero supongo que estaba muy ocupada
compadeciéndome mientras me hundía en llanto. Sentía tanta vergüenza de haber
defraudado a Bonnie de esa manera, ella jamás habría permitido que la trataran
así, su espíritu era libre. Yo en cambio me dedique a llorar desconsoladamente
mientras me repetía a mí misma, “se cómo Bonnie, se cómo Bonnie, se cómo
Bonnie."
El tiempo continúo con su marcha como una corriente
imparable. Eso sólo podía significar más cambios por venir y yo aprendí a odiar
esos cambios, más si provenían de personas cercanas a mí. A pesar de todo, en
esos pocos años casi todo seguía igual, aún era la más odiada por voto popular,
con la única diferencia que ahora nadie me mostraba su desprecio abiertamente,
les bastaba con fingir ser buenos conmigo. Los chicos empeoraron al crecer,
ellos sólo se dedicaban a molestar a otros chicos y a las chicas que les
gustaban; a mí me miraban raro. Algunas chicas en cambio fingían ser mis
amigas, a pesar de no conocerme en absoluto. Un día de forma inesperada un
chico se me declaró, pero realmente la vida no me había enseñado a lidiar con
ese tipo de asuntos, así que simplemente me aleje de él y de todos; de verdad
necesitaba estar sola.
Fue la época cuando todo comenzó a mejorar en mi vida, una
esperanza llego inesperadamente a iluminar mi amarga visión del mundo. Durante
mucho tiempo lo creía imposible, pero después de una vida solitaria al fin pude
tener una amiga verdadera. Se trataba de una chica tres años mayor que yo y
verdaderamente simpática. La primera vez que la conocí me encontraba sentada en
los pasillos, igual que un alma en pena.
─Hola, ¿cómo te
va? ─me
saludo con una dulce sonrisa. Estaba tan absorta en mis pensamientos que logró
sorprenderme.
En ese momento me encontraba recargada en mi pared favorita.
Aquella chica tenía el cabello largo y castaño, usaba unos pantalones rotos en
conjunto con una camiseta de tirantes; eso le daba un aspecto algo rebelde.
─Hola ─respondí
tímidamente, no era normal que las personas mostraran ese tipo de amabilidad
conmigo, y no bajaría mi guardia.
─Me llamo Jonela ─tomo una
pequeña pausa ─, pero puedes decirme Joni, es mejor y más corto; como
detesto mi nombre. Pero en serio dime Joni, ¿cuál es el tuyo? ─me
pregunto mientras se dibujaba una sonrisa contagiosa en su rostro mientras
tomaba asiento justo a mí.
─Marilú.
─ ¡Presumida! Tú
sí que tienes un nombre bonito, a mí me habría encantado llamarme Susan.
Respondí a su comentario con una sonrisa apenas visible,
dibujada con mis labios serrados. Pero sin previo aviso Joni tomó mi gorro para
el frío dejando mi cabeza al descubierto. Yo sólo pude expresarme con un grito
ahogado impotente a la situación.
─Este es un lindo
gorro ─dijo
mientras lo sostenía─, pero tu cabello es mucho más bonito, deberías ocultarlo
menos ─en
ese momento Joni acomodó mi desordenado fleco con un movimiento delicado de su
mano.
─Gracias ─le
respondí con un tono tímido, en ese momento yo estaba completamente pasmada de
su descaro y poco respeto hacia el espacio personal; Joni era una chica sin un
atisbo de vergüenza. Sin embargo debía de asumir que era una persona honesta.
─ Y ¿cómo me veo? ─me
pregunto mientras se probaba mi gorro, yo me sonrojé un poco, no por creer que
Joni se veía linda, fue porque por un momento pude sentir lo que es tener una
amiga.
─Bueno, no eres
Louise Brooks, pero estás bastante cerca ─respondí con una sonrisa
amistosa, esta vez mostrando mis dientes.
─ ¿Louise Brooks? ─a Joni
realmente le confundió mi comentario.
─ ¿No sabes quién
es Louise Brooks? ─le pregunte con un tono exaltado, para mí el hecho de no
saber quién es Lousie Brooks era casi insultante, pero por supuesto no debía de
sorprenderme.
─Oye… Bueno, está
bien no sé quién es, pero tú tampoco sabes quién es Amelia Earhart ¿verdad? Sí
me lo dices te enseñaré un truco increíble.
En ese momento mis ojos se agrandaron del asombro, como un
par de melones, no sabía cómo responderle; ella tenía razón, no conocía nada
acerca de Amelia Earhart. Sí que me atrapo con la guardia baja. Pero en cambio
Louise Brooks era para mí un modelo a seguir, ya que la mayor parte de mi
conocimiento provenía de los libros; padre me inculcó mucho el valor de la
lectura desde pequeña. Eso es algo que teníamos en común Louise y yo; desde
luego no se podía esperar menos al ser criada por un padre que además de ser
editor literario también era crítico; en ocasiones.
Pero el trabajo de padre no era su única afición, las
películas eran parte importante de sus pasiones, especialmente las producidas
en los años ochenta. Recuerdo que solíamos pasar tardes enteras viendo su
colección de VHS; padre sí que era
anticuado. Pero ya saben lo que dicen, de tal palo tal astilla. En ocasiones
pasábamos tiempo de calidad jugando a los videojuegos, a madre nunca le
terminaron de gustar ese tipo de novedosos aparatos, pero sin duda a padre le
encantaban, era un gran fanático, y yo tenía que acompañarlo en todas sus
aventuras, juntos viajábamos dentro de mundos construidos con pixeles y mucha
imaginación. Siempre he sospechado que la mejor parte de tener un hijo para
padre es poder usarlo de segundo jugador. Pasaba tardes divertidas con el
jugando a Dragon's Lair y Final Fight, recordaba con alegría esos
momentos juntos. Yo solía distraer mucho a padre mientras jugaba, provocando su
enfado al hacerlo tomar una mala decisión dentro del juego, lo ponía muy
nervioso con mis gritos; pero claro yo era muy tozuda a la hora de tomar decisiones.
Para padre no era fácil ser el único a mi cuidado, y yo no se lo ponía muy
sencillo, pues hasta la fecha sigo siendo una chica complicada, de las que
todos los padres temen tener. Padre tuvo que adaptarse a mi forma de ser, a él
le salía bien eso de convertirse en un padre grandioso; además como punto a mi
favor siempre mostré gran interés en sus gustos y aficiones. Supongo que para
padre fue más cómodo criar a una niña sin ningún interés en común con una chica
de mi edad, o mejor dicho chicas en general. Desde luego en mis cumpleaños era
usual recibir regalos como muñecas; jugué con ellas por muy poco tiempo. Nunca
lograron captar mi atención; tal vez sea porque ninguna tenía el estilo de una
mujer de los años veinte.
─ ¿Quién es Amelia
Earhart? ─el
bicho de la curiosidad me picó en ese momento, tenía que saber quién era esa
mujer.
─Fue de las más
grandes aviadoras en el mundo ─Joni alzó los brazos intentando imitar
las alas de un avión, lo que llamo la atención de algunos incautos─
murió intentando realizar su sueño, el primer viaje aéreo por el mundo, además
motivaba a las demás mujeres a ser pilotos.
Esa realmente me parecía una historia fabulosa, tenía que
preguntarle a Joni más sobre Amelia Earhart, y también si había nacido en los
años veinte, me encantaba la idea de una mujer con el valor de ser una piloto;
esa era una idea en verdad romántica. Pero en el momento me di cuenta de algo
importante, sin previo aviso mi rostro comenzó a ponerse rígido al tiempo que
mis ojos habían alcanzado un estado de profundidad insoldable. Me quedaba claro
que estaba omitiendo un detalle importante. Mi cerebro comenzó a mandarme
mensajes de alerta, no podía negarlo, mi error en ese momento había sido bajar
la guardia con Joni, debía hacer caso a ese instinto de supervivencia el cual
desarrollé al paso de los años a causa de amargas experiencias; no olvidaría
tan fácil todos esos tragos amargos a los que fui sometida.
─No entiendo,
jamás te había visto ¿Por qué decidiste hablarme tan de repente? ─la
cuestioné.
─Bueno yo… no te
lo tomes a mal pero siempre te veo sola, eres muy misteriosa así que decidí
hablarte para conócete mejor, ¿tú ganaste el concurso escolar de poesía cierto?
─Si
─respondí
tratando de evitar que nuestras miradas se cruzaran.
─Oye,
casi siempre bienes a clases con un sombrero nuevo, ¿dónde los consigues? Son
muy bonitos.
─Gracias
─respondí
evitando en todo momento su mirada, pero aun así sentía como me clavaba
sus ojos.
─Además
las chicas con el cabello azul siempre se ven más interesantes ─no
pude evitar mirar a Joni por un leve instante, y cuando lo hice noté como me
guiñaba─,
yo también me lo he querido teñir de ese color.
Desde luego no confiaría en ella hasta saber realmente su
propósito, sin embargo cada vez que la veía sonreír me parecía más simpática,
decidí darle una oportunidad a Joni; a pesar de ir en contra de mi instinto.
Sin duda Joni me había dado una buena primera impresión. Sin embargo algo en
esas últimas palabras no terminaba de cuadrar, no parecía estar bromeando o
realmente no lograba entender porque dijo que mi cabello estaba teñido de azul.
¿Debería de interpretarlo como un “te verías muy linda con el cabello teñido de
azul?” O tal vez sólo era una manera de preguntarme si mi color de cabello era
natural; cual sea el caso lo tendría que descubrir.
─ ¿Azul? ─le
pregunte al tiempo que fruncí el ceño─. No, el mío es rojo, como las
manzanas ─le
aclaré.
Sí, mi cabello era rojo, no por parte de mi madre que tenía un
tono ligeramente rojo; tal y como me lo mostro mi abuela en uno de sus cientos
de álbumes familiares. Mi abuela es quien me heredó su hermoso cabello rojo;
incluso mis ojos eran más parecidos a los de mi abuelo. Siempre estuve
agradecida con mi abuela por sus increíbles consejos, me ayudaba mucho en
asuntos en los que padre no podía entrometerse, con ella la ausencia de madre
no era tan grave. Desde luego no era porque padre hiciera un mal trabajo
criándome, pero existían cosas las cuales sólo podían quedar entre mujeres, o
al menos eso decía mi abuela. Aún tenía en mis recuerdos ese momento en que
decidió revelarme uno de sus secretos, era su champú especial. Siempre me decía
que le daría un color más vivo a mi roja cabellera, pero siendo honesta jamás
noté un gran cambio al usar el dichoso champú.
─ ¿Rojo? Pero si
es azul… ─Joni
no se atrevió a terminar esa última oración. De un momento a otro su alegre
sonrisa comenzó a perder ese característico brillo, note como sus cejas se
arqueaban al transformar esos inocentes ojos en dos grandes charcas desoladas,
las cuales trataban de ocultar un temor vergonzoso─. Perdón, tienes razón, no te
fijes; a veces me pongo medio tontita. Significa que eres pelirroja ¿cierto? Ya
lo sabía.
Ese encuentro sólo fue el inicio de una ferviente amistad,
Joni y yo éramos como un dúo digno de una película ochentera, siempre juntas
sin importar las circunstancias. Pero siendo honesta Joni y yo éramos muy
diferentes en espíritu, podría decirse que ambas nos complementábamos como un
ying y yang, sintonizadas en perfecta armonía. Mientras los días pasaban igual
que una brisa robando las hojas de otoño de árboles descuidados, Joni y yo nos
ocupábamos hablando de tantos temas que no podría recordarlos todos, junto a
ella el tiempo se marchaba en un parpadeo, deseando quedarme congelada en algún
espacio-temporal junto a Joni. Incluso a padre le agradaba mi nueva mejor
amiga, se alegró bastante al saber que ya no estaría sola; y era cierto. Cuando
estaba con Joni todo tenía mucho más sentido, no me sentía extraña y podía
hablar de lo que fuera con ella. Joni era como una chica más en la familia,
prácticamente mi hermana mayor, y podía contar con ella para cualquier cosa.
Sin embargo existe algo muy importante a tener en cuenta con Joni, era un hecho
que siempre intentaba negar, hasta donde le fuera posible, pero no podía
ignorarlo. Yo no acostumbraba a hablar sobre ello, además a Joni jamás le
agradó que tocaran el tema, siempre respeté eso, no me importaba; pero tenía
que decirlo. Mi amiga era daltónica.
Fue en esa época cuando mi interés por los chicos despertó,
yo seguía siendo una chica bastante reservada, eso es algo que en definitiva no
era atractivo para ningún chico, realmente no me importaba, además el único
chico quien de cierta manera logró robar mi corazón fue también mi primer amor.
Una mejor forma de dilucidar mi único romance es compararlo con un amor de
primavera; no dura mucho. Decir que yo no poseía ni una pizca de ingenuidad en
este punto de mi vida no sólo era incorrecto, sino algo muy alejado a la
realidad, quizá esa allá sido la razón por la cual creía haber encontrado a mi
Clyde. Su nombre era Marco, un chico sencillo de caminar elegante y pesadez en
su mirada, cuando Marco regresaba a su salón de clases yo lo observaba con
detenimiento, hasta el punto de aprenderme su horario de clases y sus rutas en
los pasillos, por supuesto Joni no tardo en enterarse sobre mi atracción hacia
Marco; yo no podría explicar con exactitud lo que me atraía de él. Pero gracias
a Joni tuve la oportunidad de averiguarlo. Un día mi amiga sin previo aviso le
reveló a Marco lo que yo sentía por él. Recuerdo paralizarme del miedo con tal
sólo ver a Joni el confesarle a Marco sobre mis sentimientos, no estaba
preparada para manejar ese tipo de emociones tan intensas, vivía muy aferrada a
mi estilo de vida tranquilo, y por si fuera poco Marco, quien era dueño de mi
atención, caminaba directamente hacia mí. En ese momento mi corazón se
convirtió en una máquina de vapor que no dejaba de bombear sangre caliente, mi
rostro estaba tan ruborizado que parecía un melocotón maduro, tenía la cara
tensa y mi cuerpo tan rígido como el acero. Cuando Marco me dijo de frente la
primera palabra sentía el mundo venirse en mi contra. Bueno al final del día
Marco terminó siendo mi novio, y yo por supuesto no podía estar enojada con
Joni.
Mi primer amor resulto bueno al principio, era emocionante
experimentar ese sentimiento que había estado tan alejado de mí, pero el tiempo
me demostró que la magia se perdía en un breve recuerdo. Ninguno de los dos
alimentamos nuestra pequeña llama como era debido, jamás compartimos momentos
juntos y nunca profundizamos en lo que sentíamos el uno por el otro; éramos
novios porque aceptamos serlo en su momento, pero muy inexpertos para manejar
algo tan complejo. Después de un tiempo Marco y yo dejamos de hablarnos, no a
causa de una pelea, simplemente no estábamos listos; fue un simple romance tan
inocente como las hojas en otoño. Pero al menos pude tener la experiencia de mi
primer amor, todo gracias a Joni. En ocasiones me preguntaba qué pensaría madre
de mi mejor amiga, me habría encantado verlas juntas.
Yo seguía siendo la misma chica retraída y extraña de
siempre. Con quince años cumplidos aún me sentía dentro de aquel mundo lleno de
incongruencias. Fuera de mi cabeza todo había cambiado, alterando la percepción
que tenía sobre la vida, no podía soportarlo. Además, las personas solían
comportarse de una manera indeseable, cuales animales hambrientos a la espera
de su presa natural, me sentía como una liebre acorralada en territorio de
zorros. ¿Es porque soy un caso perdido? La culpable podría ser mi incapacidad
para poder embonar, origen del pesar que me acongojaba, el cual no me dejaba
tranquila, pero en ese caso, ¿qué sería de mí? Sin dudas mi futuro era
desolador. ¡Tonterías! Estaba exagerando, esta vez tenía una amiga que nunca me
dejaría sola, junto con Joni cruzaría por esta salvaje travesía llamada
madurez. Ella me ayudaría a escapar de ese oscuro rincón repleto de
incertidumbres.
Para mí los sueños siempre serían un problema, pues eran
hermosos sin duda, pero también auguraban un futuro incierto, demasiadas
mentiras y avaricias podían corromperlos con facilidad, manchando la belleza de
sí mismos. Algunas personas procuraban alimentar bien sus sueños hasta lograr
alcanzarlos, otros simplemente dejaban que se marchitaran, pensando que son
sólo fantasías nacidas de una mente infantil. Sin embargo gracias a los sueños
las personas no se rinden tan fácilmente, nuestros anhelos eran alimentados por
esa cálida llama que completa nuestro ser. Yo me sentía orgullosa de tenerlos,
no podía privarme de algo tan maravilloso. Todos nacimos con un sueño que
cumplir, estaba segura de ello, pero por desgracia nada impedía arrebatarle a
alguien más los sueños. Ese alguien se trataba de Joni, quien por primera vez
se encontraba en su peor momento.
Esa mañana desperté con cierta extrañeza, estaba olvidando
algo importante, posiblemente un sueño extraño o una pesadilla pasajera. Lo que
si recordaba era la conversación de la noche anterior con Joni, nos
comunicábamos con mensajes de texto en esa ocasión, fue cuando me di cuenta que
mi amiga de verdad había sufrido un duro golpe, estaba preocupada de no poder
cumplir sus metas a causa de su daltonismo; incapaz de poder ayudarla me dormí
no sólo pensando en el bienestar de Joni, pues deseaba vivir en un mundo donde
los sueños se cumplieran. Después desperté sintiéndome diferente, era una
sensación de alerta en todo mi cuerpo, no podía explicarlo, igual a cargar un
peso extra en mi interior, pero no se trataba de algo físico, me sentía incapaz
de encontrar las palabras adecuadas que pudieran describir esa nueva sensación.
En el camino hacia el instituto comencé a sentirme un poco
deprimida, no sólo me acogía una vieja sensación de pesadez, también podía
sentir que algo estaba mal. No me sentía capaz de mirar a Joni ese día, sentía
que la había decepcionado, en cuanto pude me aparte de todos rápidamente;
necesitaba con urgencia un lugar donde solo yo y mis pensamientos nos
encontráramos a solas. La azotea era perfecta, tan tranquila y libre de
estudiantes la mayor parte del tiempo, nadie me molestaría.
Al llegar como había intuido el sitio estaba desolado, a
nadie se le ocurriría pasearse por un lugar que no tuviera techo, especialmente
con aquellas nubes negras de apariencia amenazante. Cerré la puerta al sentir el viento acariciar mis
mejillas, el cual me despeinaba mientras las nubes planeaban con un rugido
silencioso la futura lluvia que ya estaba próxima, sintiéndome más tranquila al
oler la humedad en el aire. Me encantaba la lluvia, era de las pocas cosas en
este mundo que lograban calmarme, el sólo olfatear el agua en esos algodones de
cielo podía convertirme en un gatito que ronronea sin remedio. Me senté para
descansar un poco, recargué mi espalda en la pared y abrace mis rodillas como
la niña insegura que en realidad era, en ese momento me preguntaba si realmente
los sueños existen, claro puedes tenerlos y cumplirlos si te lo propones;
incluso en el peor de los casos podrías pasar el resto de tu vida entregando
tus anhelos al tratar de cumplir los sueños de alguien más. Despreciable
realidad tan melancólica como el sentir de los arboles al llegar el otoño.
Justo en ese momento como si el destino intentara jugarme
una broma de lo más conveniente, alguien abrió la puerta, quien entro en escena
era Joni. Ella nunca se esperó encontrase conmigo en ese lugar, seguramente quería
estar sola igual que yo, me di cuenta por la expresión en su rostro, los ojos
de Joni reflejaban ese deseo de poder alejarse lo más pronto posible. Pero no
fue capaz. Resignada intentó saludarme como siempre, me sonrió sin poder
ocultar el vacío en sus pupilas, no era la Joni que conocía. Se recostó junto a
mí, sus ánimos estaban destruidos, no podía creerlo ¿de verdad esa es Joni? En
mi mente ella era como la chica más ruda que conocía, de ánimo inmutable y
firme ante cualquier obstáculo. Yo permanecí quieta, Joni debía ser quien
hablara primero.
─No es un día muy
alentador, ¿verdad? ─Dijo después de un momentáneo silencio.
─A mí me gusta.
─Marilú, siempre la chica
misteriosa ─Respondió con su
característica sonrisa, y por un momento pude ver reflejado en sus ojos a la
Joni de siempre.
─Pero no se compara a la
chica más ruda de nuestra generación ─Le respondí con una débil sonrisa.
─Es muy duro defraudarte
a ti misma ─su expresión sumado al tono de voz en que lo dijo indicaban lo
grave de la situación─, yo lo seguí negando, lo negué durante un largo tiempo,
pero no puedo más, yo sólo… Solamente he querido una cosa durante toda mi vida,
y me lo arrebatan simplemente por algo tan pequeño ─Joni no podía continuar,
las lágrimas escapaban de sus ojos mientras apretaba sus puños con fuerza para
evitar el llanto.
─No es tu culpa, no vale
la pena trabajar para quienes no te aprecian, puedes hacer cualquier trabajo,
mucho mejor que cualquiera, te he visto hacerlo, no importa que seas daltónica puedes
hacer prácticamente todo lo que… ─sabía que para Joni no era fácil admitir su
problema, ella vivió toda su vida como una chica normal.
Joni se levantó tan rápido como pudo, no me sentí capaz de
pronunciar otra palabra. Se colocó frente a mí mientras intentaba ocultar sus
emociones lo mejor que podía.
─ ¡Si pudiera librarme de
un sólo recuerdo, si tan sólo pudiera quitarlo de mi cabeza para ya no sentirlo
más! ─Joni frunció el ceño para intentar contener su llanto, escondió por
completo sus labios tomando una pequeña pausa para hablar─. Fue mi abuelo,
¿cómo se le ocurre subir a una niña a un aeroplano para pasear? Siempre ha
tenido esas ideas tontas, fue en ese y otros momentos que compartí con el
cuándo decidí… me encantaba volar, siempre lo sentí natural en mí, recuerdo
esperar con ansias a mi abuelo para que me llevara a su próximo vuelo ─en ese
momento Joni se acercó a mí, lo suficiente para notar lo irritado que estaban
sus ojos.
─ ¿Por qué dices eso?
Suena maravilloso poder volar, deberíamos hacerlo, enserio… ─no pude decir otra
palabra, lo había comprendido, la miré a los ojos y ella entendió también, no
tenía fuerzas para contener su llanto, se acercó a mi sólo para derrumbarse.
Lo único que pude hacer en ese momento fue abrazarla con todas mis
fuerzas, no dejaría a Joni vivir sola
aquellos momentos, nunca la abandonaría. Escuché alguna vez decir acerca de las
personas en depresión, muchos aconsejan que por ningún motivo intentes sacarlas
de eso pozo donde están, pues corres el peligro de caer en él; no me importaba.
Jamás abandonaría a Joni, digan lo que quieran, condénenme, envíenme al rincón
más desolado del planeta, pero jamás dejaría a mi mejor amiga, por ella me
tiraría a este y todos los pozos que hiciesen falta.
─ ¿Lo sabias? Mi sueño de
toda la vida, cuando mi abuelo me llevaba de paseo en su aeroplano lo supe, fue
maravilloso vivir esos momentos con él, eran una aventura para mí. Extraño
estar arriba, y yo le prometí llevarlo de paseo algún día, cuando me convierta
en piloto, ese siempre ha sido mi sueño ─dijo Joni después de haberse calmado
un poco. Se había puesto de pie, su
expresión ahora era de aceptación. Por último, me miró como si fuera la primera
vez.
Justo en ese momento lo sentí, no podía explicarlo, era una
sensación tan extraña, pero a la vez natural, un nuevo sentido crecía dentro de
mi mente, fue la primera vez que experimenté una sensación como esa; sucedió
justo cuando Joni me confeso su más ferviente sueño. Casi por instinto comencé
a captar sensaciones muy alejadas del entorno físico, era como entrar en una
especie de trance que me permitía alcanzar lugares imposibles de tocar con mis
manos. Entonces una cerradura se abrió, dejando expuesta una puerta mental la
cual protegía una parte muy importante dentro del plano mental de Joni, un
lugar donde los anhelos, placeres, vanidades, envidias y deseos se ocultaban
detrás de aquella habitación espiritual. Sentí como la puerta se habría para
dejarme pasar, y sucedió, tan rápido que ni siquiera pude reaccionar al estar en trance. Mi cuerpo seguía intacto pero mi
mente trabajaba como una máquina, eran dos partes de mi moviéndose de diferente
forma, una era mí cuerpo físico, la otra formaba parte de una identidad mental,
de la cual comenzaron a brotar extremidades invisibles, tratando de penetrar en
la mente de Joni. Podía sentirlas, eran puntiagudas y largas como patas de
araña, buscaban algo con desesperación, un pensamiento especial, un sueño; el
deseo más anhelado de mi mejor amiga. Al encontrarlo me di cuenta que yo era
quien movía esas extremidades, las cuales me permitieron ver ese sueño tan
hermoso de una forma muy diferente, como observar el fruto de la parte más
íntima del alma, esperanza y anhelo combinados en una red espiritual.
Por instinto las extremidades encajaron sus puntas en todo
lo que representaba el sueño de mi amiga, el cual ya estaba bastante dañado, de
alguna forma podía sentir como las grietas comenzaba a destruirlo, su belleza
estaba por extinguirse. Joni siempre quiso ser una piloto, significaba mucho
para ella, además era parte de su recuerdo más feliz, especialmente aquellos
momentos inolvidables con su abuelo; la primera vez en volar para ella fue tan
natural que era casi una necesidad, cada sensación en ello formaba parte de un
todo en su mundo. Pero claro, ese sueño se había frustrado al igual que una
fantasía construida por la ingenuidad. Para Joni es imposible convertirse en
una piloto. Por supuesto pocas mujeres en el mundo habían logrado ser pilotos,
nunca fue fácil, pero Joni, ella era daltónica, sin importar cuanto lo
intentara no podría cambiarlo. Yo era testigo de cómo se destruía ese preciado
sentimiento, esa hermosa quimera caería inevitablemente.
No; pensé con fuerza. No podía permitir que Joni olvidara
así sus sueños, renunciar a esa parte de ella era demasiado horrible. Con todas
mis fuerzan pensé en cómo evitarlo, y en ese momento de manera instantánea se
presentó ante mí, en aquel lugar especial dentro del sueño de Joni una frase,
“quiero ser una piloto para poder volar” no era un texto literal, más bien un
sentimiento transformado en anhelo, el cual podía modificar. Mis extremidades
clavadas en el sueño de Joni me respondieron, de verdad quería devolverle el
sueño a mi mejor amiga, así que pensé en una nueva frase para remplazar la antigua.
El texto representado como el anhelo fue cambiado por esta oración “tu sueño es
volar”. Sin previo aviso las extremidades que sujetaban los sueños de Joni
regresaron a ocultarse dentro de mi mente, rompiendo así mi trance. Todo había
pasado en un parpadeo, y Joni seguía en el mismo sitio como si nada.
─
¿Qué pasó? ─pregunte
con desesperación mientras el terror se reflejaba en mis ojos.
─Tienes
razón, debo seguir mi sueño, volaré, como lo hacen las aves ─las
lágrimas habían desaparecido en el rostro de Joni, remplazadas con una enorme
sonrisa inocente, tan infantil que no la podía tomar enserio.
Entonces Joni se alejó de mí con un paso alegre, su andar
era el de una niña ingenua, bailando cual bella ninfa en primavera. Yo seguía
inmóvil, sumida en un estado de petrificación, no podía comprender nada de lo
que sucedido. Sin mover un sólo musculo observé a Joni subir por la orilla de
la terraza, su comportamiento era el de una niña inocente, me miro por última
vez con una amplia sonrisa, se dio la vuelta y extendió sus brazos imitando la
figura de un ángel, en ese momento el viento movía su cabello de forma salvaje.
Sin previo aviso Joni voló por los aires como una hermosa ave alcanzando su
libertad, cumpliendo su sueño por un instante.
Yo no podía moverme, eran tantas cosas en tan sólo unos
momentos, no entendía nada ¿Qué le ocurrió a Joni? ¿Qué era exactamente lo que
se escondía dentro de mis pensamientos? y ¿Por qué salían lágrimas de mi
rostro? Joni debía saberlo, tenía que explicármelo, pero tal vez ni siquiera lo
advirtió, en ese caso tendría que llevarla con padre, él lo arreglaría, después
de todo era un hombre inteligente. Me mentía a mí misma, estaba claro que había
sucedido con Joni, ya no podía ocultarlo más, porque probablemente la sonrisa
de Joni se dibujó por última vez en su rostro, mi mejor amiga me mostró su
sonrisa por última vez. El golpe de realidad fue lo bastante duro para lograr
zafarme del trance en el que estaba sumergida, mi mente daba tantas vueltas
haciendo imposible distinguir cualquier pensamiento coherente. Escuche un
desgarrador grito, probablemente emitido por mi boca.
Salí disparada de la azotea, corrió por los pasillos, baje
las escaleras lo más rápido que pude, evadí obstáculo, empuje a todos en mi
camino sin importar de quién se tratara. Mi cuerpo se sentía pesado, pero
lograba moverlo con la voluntad que aun poseía. Si Joni se encontraba herida
aun podía salvarla, ella no moriría tan fácil, no era una altura de muerte así
que sólo estaría muy grave. Mientras bajaba escaleras me repetía a mí misma
“Joni está bien, Joni está bien” una y otra vez. Probablemente alguien ya había
llamado a una ambulancia o quizás sólo se trate de un engaño de Joni; no era la
primera vez en jugarme una de sus bromas. Tal vez Joni me esperaba en la
entrada donde me recibiría con humillantes burlas, si eso pasaba no sabía que
haría primero, si abrazarla con todas mis fuerzas o propinarle un buen golpe a
la cara. Al acercarme un gran número de personas se reunía en la entrada, era
un festín de gritos y palabras obscenas. Los curiosos se reunían mientras
hablaban de cosas que no comprendía, me abrí paso para saber si Joni se
encontraba bien; necesitaba mirarla a los ojos y decirle lo tonta que fue.
Algunos alumnos se reunían alrededor de la entrada mientras otros intentaban
apartar a la multitud, todos observaban una extraña figura en el suelo. Tendida
como una marioneta Joni permanecía inmóvil, sus ojos abiertos y vacíos
confirmaron mi pero temor. Un punzante dolor emergió desde mi pecho mientras
sentía toda esperanza desaparecer dentro de mi mundo, el color rojo brotando de
ella siendo la última cosa que pude recordar ese día.